Sudán en guerra: aliados inesperados y enemigos ocultos.
- Francisco Muraglia
- 17 abr
- 15 Min. de lectura
Las tres décadas de la dictadura de Omar al-Bashir llegaron a su fin en 2019 tras ser derrocado por las Fuerzas Armadas de Sudán, con la colaboración de las RSF, una organización paramilitar. Hoy los aliados de antaño luchan entre sí por el control de Jartum y ofrecen dos opciones a los interesados en el conflicto: una organización con tendencias islamistas pero que representa la única institución cohesionada que sigue en pie, o una milicia de fundación tribal con un récord desdeñable de crímenes de lesa humanidad.

Por Francisco Muraglia
El 15 de abril de 2023 el gobierno central del General al-Burhan declaró que las Fuerzas Rápidas de Apoyo (RSF) estaban en un estado de rebelión contra la República de Sudán y les proponía dos alternativas claras: 1) unirse a las Fuerzas Armadas de Sudán (SAF) y subordinarse a su mando; o 2) librar una guerra contra las SAF por el control del país. El General Dagalo, conocido popularmente como Hemeti, líder de las RSF se negó a claudicar ante las exigencias de quien había sido su aliado y tomó la decisión de enfrentarlo en una sangrienta guerra que a la fecha registra 16 millones de personas desplazadas, sea hacia otras regiones del país o como refugiados, alrededor de 150.000 víctimas fatales y pone en riesgo de hambruna a unos 30 millones de sudaneses.
Origen del conflicto.
Sudán es un Estado que sufrió los horrores de la guerra desde el momento mismo de su independencia en 1956, cuando la administración conjunta egipcia-británica concluyó y se desató el conflicto entre el Gobierno de Sudán en representación del Norte árabe-musulmán del país contra el Movimiento Anya Nya al Sur, siendo étnicamente africano y crisitiano o animista en términos religiosos. Tras 16 años de conflicto, dos breves gobiernos civiles y dos largas dictaduras militares, el Acuerdo de Paz de Addis Abeba fue alcanzado en 1972 dando cierta autonomía al Sur.
Tras once años de paz relativa, el gobierno militar de al-Nimeiry (1969-1985) impuso la Ley Sharía en 1983, generando profundo descontento en las regiones cristianas y animistas del país, propiciando una nueva Guerra Civil entre Norte y Sur que se extendió hasta 2005. El Movimiento Popular de Liberación de Sudán (SPLM) liderado por John Garang logró que el Acuerdo de Paz Integral refleje sus objetivo políticos elementales y le dé la posibilidad de celebrar un referéndum de independencia en 2011, en el que el 99% de los sufragios fue favorable a la conformación del Estado de Sudán del Sur en la región de la sabana sudano-guineana.
La pérdida del Sur del país acarreó una fuerte crisis económica en Sudán dado que el 75% de las reservas de petróleo se encontraban allí, lo cual desembocó en un aumento anormal de los precios de alimentos y del propio combustible. A su vez, las fronteras no habían sido reconocidas y aceptadas por ambas partes, lo que generó enfrentamientos en las regiones de Kordofán del Sur y Kordofán Occidental, principalmente en Abyei; en abril de 2012, Sudán del Sur intentó tomar el control de la localidad de Heglig, en la que se produce cerca del 50% del petróleo sudanés, pero Jartum dio órdenes a su ejército para que recupere el territorio, logrando una victoria aplastante.
Aún resuelto el conflicto fronterizo con el vecino del Sur, el caos volvió a las regiones del Nilo Azul y Darfur, donde tribus locales rechazaban al gobierno de Al-Bashir, sumado al descontento social generalizado por la crisis económica. A finales de 2018 las protestas se desataron en la ciudad de Atbara, rápidamente se expandieron a nivel nacional y el 11 de abril de 2019 las Fuerzas Armadas de Sudán derrocaron a Omar al-Bashir tras 30 años en el poder, y ante la inacción de la RSF, quienes hasta entonces habían sido acérrimos aliados del dictador en su campaña de Darfur.
Entre 2019 y 2021 rigió un gobierno de transición civil-militar con el General Al-Burhan en representación de las FF. AA. y el Primer Ministro Abdalla Hamdok, pero las discrepancias entre ambos componentes llevaron al líder de las SAF a imponerse como Presidente del Consejo de Transición y remover de su cargo a Hamdok.
La consolidación de Al-Burhan como líder con la sumatoria del poder público es un hecho que generó incomodidad y descontento en el pueblo sudanes, emociones que el General Hemeti supo interpretar como una señal para distanciarse progresivamente del gobierno para erigirse como una figura independiente con capital político y músculo militar para defenderlo.
Al-Burhan empezó a temer a las RSF porque no tenía control directo sobre ellas y solía ofrecer mejores oportunidades que las propias SAF a quienes deseaban seguir la carrera militar, por eso intentó obligar a las RSF a la integración total a las Fuerzas Armadas en un plazo de 2 años, Hemeti replicó que 10 años era más razonable –dicho plazo en un contexto como el descrito significa, lisa y llanamente, nunca–; ante el aumento de la tensión la ONU intervino y propuso 5 años, ninguna de las partes aceptó y el 15 de abril de 2023 Al-Burhan declaró a las RSF como un movimiento rebelde, aseverando que la Comunidad Internacional no debía involucrarse por ser un conflicto interno (art. 2 Carta de las Naciones Unidas).
¿Quiénes conforman las RSF?, ¿qué objetivo tienen?
El orígen de las Fuerzas Rápidas de Apoyo (RSF) data del 2003, allí surgieron con su nombre autóctono de Janjaweed, el cual significa “demonios a caballo” y refleja la rapidez y brutalidad de sus ataques. El primero en emplearlos en el contexto de un conflicto bélico fue el gobierno de Omar al-Bashir ante la Guerra de Darfur (2003-2005), en la que los Janjaweed fueron los artífices del asesinato de entre 200.000 y 400.000 sudaneses de las étnias fur, zaghawa y masalit; cabe aquí recordar que los perpetradores de estos hechos son árabes nómades de las tribus Mahamid, Mahariya y Um Jalul.
Dejando de lado los apelativos morales, el accionar de estas milicias tribales fue superador al esperado, lo que los consolidó como un brazo ejecutor del régimen contra las poblaciones africanas. A pesar de la conclusión formal de la Guerra de Darfur con el Acuerdo de Paz Integral (2005), los conflictos en las cinco provincias que integran esta región siguieron latentes, con las milicias árabes al servicio de Al-Bashir perpetrando lo que luego sería considerado por la Corte Penal Internacional como “crímenes de lesa humanidad”, por los que el regente de Sudán sería considerado responsable.
En el año 2013, los janjaweed formalizaron su presencia en la región con la adopción del nombre “Quwat al-Da'm al-Sari'”, lo que se traduce como Fuerzas Rápidas de Apoyo (RSF), esto permitió institucionalizar sus operaciones e incorporar tropas que no sean originarias de las tribus nómades antes mencionadas, ampliando su base de poder.
En el año 2012 hubo un descubrimiento que cambiaría el rol que ocuparía Sudán en el Sistema Internacional, pero que los condenaría a mayores grados de inestabilidad; en la localidad de Jabal Amer se descubrió una gran mina de oro con inmenso potencial. Pero en 2015 Musa Hilal (histórico líder Janjaweed) se apropió de la misma, cuando fue encarcelado en 2017 las RSF de Hemeti tomaron el control.
Sudán es el tercer mayor productor de oro de África, pero parece ser que hasta un 80% de su riqueza es contrabandeada fuera del país, y buena parte termina en Rusia. Hay punzantes acusaciones contra el Grupo Wagner por su rol en el comercio ilícito de oro en el país; también en cuanto a la provisión de armas y entrenamiento a las RSF a través de sus bases en Libia y la RCA. A su vez, la empresa al-Junaid Gold Company –propiedad del subcomandante de las RSF y hermano de Hemeti– tiene negocios en los EAU.
Influencias externas en los bandos guerreantes.
Numerosos son los actores que tienen interés en la Guerra de Sudán, algunos de ellos se limitan a abogar por la paz entre las SAF y RSF, otros tienen intereses que los inclinan en favor de uno u otro. Entre los Estados con grandes niveles de participación en el conflicto destacan sus vecinos directos: Egipto, Libia, Chad, Sudán del Sur y Etiopía.
El caso de Egipto es particularmente llamativo por el histórico lazo que mantiene con Sudán, ya que entre 1899 y 1956 Jartum estuvo bajo la égida de El Cairo y fue gracias al impulso dado por este último tras su propia revolución en 1952 que el Primer Ministro sudanés Ismail al-Azhari declaró la independencia. El interés egipcio en su vecino del Sur radica en cuestiones tanto políticas como, económicas y defensivas, en el plano político y defensivo resulta de su interés que el Estado con el que comparte su mayor frontera (1270 KM) no experimente una situación tal que obligue a desplazarse a millones de personas con destino a su vecino del Norte, también se busca evitar que sea base de gobiernos radicales que desestabilicen la región; en el plano económico, los negocios públicos y privados con capital egipcio en Sudán son numerosos, desde la agricultura hasta las telecomunicaciones, y el destructivo presente de este país es contrario a todo tipo de actividad comercial; a su vez, el propio desarrollo del conflicto pone en peligro la seguridad hídrica del Nilo, el cual atraviesa Sudán con sus dos cauces principales –el Nilo Blanco que nace en el lago Victoria y el Nilo Azul que desciende desde las montañas etíopes–, que fluye en dirección Norte y alrededor del 95% de los egipcios reside en su ribera. Egipto se mantiene neutral en términos oficiales y no se inclina en favor de ningún bando, es por ello que uno de los primeros intentos de paz ha sido la Cumbre de Países Vecinos celebrada en julio del 2023 con sede en El Cairo, el acuerdo alcanzado se circunscribe a limitar la participación de Estados externos a la región en el conflicto y facilitar la llegada de ayuda humanitaria; el primer objetivo no se cumplió como veremos más adelante, el segundo parcialmente, pero no se establecieron metas claras.
En los casos de Chad, Sudán del Sur y Libia, las vociferaciones políticas y los hechos militares parecen ir en dos direcciones opuestas. En primer lugar, Chad hospeda a cerca de 700,000 refugiados sudaneses en su territorio, a su vez participó en la Cumbre de Países Vecinos en El Cairo, por lo que su postura resulta a priori similar a la de Egipto, una vocación genuina y neutral por la paz en su país vecino; sin embargo, se ha descubierto que se construyó una base aérea en el diminuto poblado de Amdjarass y que numerosos aviones de carga emiratíes aterrizan allí para luego llevar su carga a la base de operaciones del RSF en Zurug (Darfur Norte); a sabiendas de esto se puede trazar una conexión más que interesante con la visita a Abu Dhabi del Presidente Mahamat Idriss Déby de 2023 –justo antes de que comience la construcción de la susodicha base–, en la que le fue otorgado un préstamo por $1.500 millones, el equivalente a más del 80% del presupuesto anual de Chad.
Los casos de Sudán del Sur, Libia y Etiopía son menos cuestionables, la participación del primero se limitó a vender combustible a las RSF, en medio de tantas atrocidades resulta un mal menor. Mientras que el segundo se encuentra en una Guerra Civil desde los bombardeos de la OTAN a Trípoli en abril de 2011, una vez que Muammar Gadafi fue asesinado dos bandos se erigieron, uno de ellos liderado por Khalifa Haftar que considera al General Hemeti como un férreo aliado y en dicha condición le proporciona armamento y combustible a través de las bases ubicadas en el desierto libio; Libia ha sido el medio por el que se le proporcionó gran cantidad de munición, ayuda logística e incluso médica a los combatientes de las RSF, pero Wagner Group ha dado el know how y los EAU obraron como financistas. En cuanto a Etiopía, es el principal destino de los desplazados sudaneses, albergando a 1,8 millones de refugiados, y sus esfuerzos diplomáticos han sido variopintos al momento de buscar una solución al conflicto, destacando las Cumbres de IGAD[1] y el Foro del Frente Civil para Detener la Guerra en Sudán que reunió a diversos componentes de la sociedad sudanesa; sin embargo, son conocidos sus vínculos con los EAU y el Grupo Wagner por el rol que ocuparon en la Guerra de Tigray (2020-2022), y se acusa al Frente de Liberación del Pueblo de Tigray (TPLF) de enviar tropas para asistir a las RSF.
En el último año de la guerra, un actor altisonante en la política internacional pero que se mantenía al márgen de este conflicto se involucró, Irán recibió el pedido de asistencia de al-Burhan que notaba una clara inferioridad frente a las RSF que contaban con asistencia de diversos proveedores y resultaban más conectados con Estados ajenos al conflicto que el propio gobierno reconocido por la ONU. Esta inferioridad se tradujo en derrotas humillantes en el campo de batalla, llevando a las SAF a trasladar la capital a Port Sudan –a 800 KM de Jartum, sobre la orilla del Mar Rojo– a causa de la toma de la misma por las fuerzas de Hemeti; sumado a la destrucción de la fábrica militar de Yarmouk, que era la principal fuente de armamento de las FF. AA. En enero de 2024 Irán envió el primer cargamento de UCAVs Mohajer-6, los cuales pueden ser utilizados en operaciones de reconocimiento o ser provistos de hasta cuatro municiones guiadas de precisión, estos fueron pieza angular en la ofensiva de febrero de 2025 en la que las SAF recuperaron el control de la ciudad de Omdurman. Recientemente, el gobierno iraní ofreció armamento de tecnología avanzada a las SAF a cambio de los permisos para la construcción de un puerto en el Mar Rojo, el cual les daría un gran punto estratégico considerando los últimos traspiés experimentados por sus aliados hutíes en Yemen, pero al-Burhan declinó la propuesta.
El rol de Rusia resulta ambiguo por la relación aparentemente estratégica que mantiene con el gobierno de al-Burhan, como se ha podido evidenciar por la ratificación del acuerdo alcanzado con el anterior jerarca de Jartum que le había facilitado una base de aguas cálidas a la armada rusa –una gran adquisición al considerar el futuro incierto de la base de Tartus en Siria–; pero al mismo tiempo el accionar del Grupo Wagner fue diametralmente opuesto a los objetivos de las SAF, ya que proporcionó todo tipo de asistencia a las RSF, recién iniciado el conflicto le proveyeron a las tropas de Hemeti con MANPADS[2]; a su vez se estima que parte de los 3,500 mercenarios de Wagner estacionados en países vecinos (2,000 en Libia y 1,500 en República Centroafricana) al momento del inicio de las hostilidades podrían haber sido desplazados a Sudán para colaborar con los esfuerzos de las RSF. Por otro lado, la presencia de Wagner en el país no es una novedad, puesto que sus condottieri frecuentan la región de Darfur desde el 2017 cuando al-Bashir intentó estrechar los lazos del país con Rusia y dió lugar a la milicia privada para que prepare el terreno para el desembarco de Meroe Gold[3] y que proteja sus operaciones de extracción; en 2021 se intentó transferir la propiedad de esta empresa a la firma sudanesa Al-Solag en un intento de evadir las investigaciones sobre los negocios mineros rusos por parte del Comité Anticorrupción, departamento del Estado que bloqueó la transacción pero fue disuelto semanas después por el gobierno impuesto tras el Golpe de Estado contra Al-Bashir. El oro es un medio notable para Rusia al momento de evadir las sanciones impuestas por Occidente, por lo que su interés en las copiosas minas africanas se incrementó notablemente a causa de las penalizaciones sufridas a partir de 2014. A la vista de los hechos planteados, se puede considerar que Rusia ha sido un gran beneficiado de la Guerra de Sudán dado que ha obtenido una base naval de gran importancia estratégica y continúa abasteciendo sus reservas de oro, todo gracias a mantener viva la esperanza de apoyo en las SAF y dar asistencia real a las RSF.
Los EAU tienen un rol más lineal en el plano práctico, a pesar de participar de diversas conferencias de paz y llamados internacionales al diálogo, su apoyo a las RSF ha sido evidente desde el comienzo de las hostilidades. Este posicionamiento responde a tres cuestiones elementales: El oro de Darfur, lealtad para con un viejo aliado y su lucha contra el extremismo religioso. El primer motivo está ligado al Grupo Wagner, ya que algunas de las cuentas bancarias de la empresa son operadas desde Abu Dhabi y la discreción de los emiratíes les permitió ejecutar transacciones con la compañía Al-Junaid, propiedad de la familia del General Hemeti. El segundo motivo es el que menos peso tiene a priori pero, tal como sugiere Axelrod, la iteración construye la confianza en las relaciones, por lo que la participación de las RSF en la coalición liderada por Arabia Saudita y los EAU en Yemen los posiciona como un actor conocido para el Sheikh Mohamed bin Zayed. El tercer punto responde a la agenda que mantienen los Emiratos en la región según la cual evitan el ascenso al poder de grupos religiosos extremistas, entre los que encuadran a los Hermanos Musulmanes, a los cuales consideran como una organización terrorista desde 2014 y consideran que tienen gran influencia sobre las SAF a través del remanente del Partido del Congreso Nacional (PCN). Sin embargo, el apoyo de los EAU no parece incondicional, un “pedigree ideológico” de las SAF y libertad para seguir ejerciendo sus negocios en Darfur, podría ser un acuerdo razonable para Abu Dhabi frente a las recientes derrotas de los comandados por Hemeti.
Últimos acontecimientos y devenir de Sudán.
Desde el comienzo del presente año, las SAF han concatenado una victoria tras otra, revirtiendo la tendencia inicial de la guerra en la que se vieron arrinconados contra las costas del Mar Rojo y reducidos a pequeños focos de combate aislados en el desierto de Darfur. La principal diferencia en cuanto a equipamiento al comparar el momento del comienzo de las hostilidades y la actualidad son los drones iraníes, que cabe mencionar que son los mismos usados por Rusia en su campaña europea.
Sólo en tres meses, las SAF recuperaron tres localidades de gran importancia para el devenir del conflicto. Entre el 8 y el 11 de enero tomaron el control de Hajj Abd Allah y avanzaron hacia el Norte dentro de la provincia de Gezira para capturar su capital, Wad Madani; menos de dos semanas después se hicieron con el control de la refinería de Al-Jili en Bahri –al Norte en el área Metropolitana de Jartum–, localidad que incorporaron a su mando el 17 de febrero y así también el Cuartel General de las SAF que se encontraba en manos enemigas.
Entre el 21 y el 25 de marzo las SAF retomaron Jartum, reduciendo la oposición de las RSF a la mínima expresión en la capital del país, ya que el grueso de las fuerzas de Hemeti se movilizaron al poblado de Jabal Awliya, a 45 KM al Sur sobre el cauce del Nilo Blanco. En esos cuatro días las tropas de Al-Burhan tomaron el Palacio Republicano, para luego avanzar sobre el Banco Central y el Servicio General de Inteligencia; finalmente, aseguraron el Aeropuerto Internacional.
A pesar de las victorias recientes y la toma de la capital del país, lo cual es un gran hito para las SAF luego de dos años de conflicto, quedan muchos frentes abiertos, no sólo contra las RSF –que sigue siendo un rival formidable en las regiones de Darfur y Kordofán–, sino contra los diversos desertores de sus filas que decidieron emprender como señores de la guerra en comunidades remotas. Incontables son las denuncias de grupos de soldados equivalentes a un pelotón (20-40 soldados) que hacen todo tipo de atrocidades contra poblaciones indefensas. Una eventual negociación entre los dos principales bandos de esta guerra, deberá incluir un plan para desarticular y neutralizar a estos milicianos independientes.
Por otro lado, la amenaza de un resurgir del PCN una vez concluida la contienda está aún latente; numerosos funcionarios de Omar al-Bashir que habían sido apresados al momento del Golpe de Estado de 2019 escaparon de la cárcel al estallar la guerra en abril de 2023, aprovechando la conmoción generada. Otros tantos fueron liberados anteriormente, en abril de 2021 cuando al-Burhan perpetró un golpe de Estado contra el gobierno civil de transición. Los miembros más destacados del PCN son Ahmed Mufdal, exgobernador de Kordofán del Sur, actualmente dirige el Servicio General de Inteligencia (GIS); Ibrahim Ghandour, antiguo líder del PCN y exministro de Relaciones Exteriores; Anas Omar, exgobernador de Darfur Oriental; y Ali Karti, exministro de Relaciones Exteriores y actual secretario general del Movimiento Islámico Sudanés. Una vuelta del Partido del Congreso Nacional al poder no sólo significaría un retroceso para Sudán, ya que volvería a quien los gobernó durante tres décadas, sino que sería la implementación del extremismo religioso más duro sobre el país, ya que todos los individuos aquí mencionados que están ligados al PCN son partidarios de la imposición de la ley Sharía, sólo por dar un ejemplo.
Hay tres escenarios factibles para Sudán ante la situación actual, según la cual Jartum está en manos de las SAF y parecen llevar la ventaja frente a nuevas conquistas territoriales: 1) Al-Burhan y Meheti deciden negociar, aceptando la posición de fuerza recientemente adquirida por el primero. 2) Al-Burhan acuerda con los EAU para que retire su apoyo a las RSF –Turquía propone esta opción– y así los podrá vencer en el corto plazo, pero para eso tendrá que depurar sus propias filas de todo componente islamista radical, por ende deberá suprimir al PCN. 3) Un estancamiento del conflicto y la consecuente separación de facto del país al estilo libio, las regiones de Darfur y Kordofán controladas por las RSF y todo lo que se encuentre al Este del Nilo Blanco bajo control de las SAF.
Las opciones barajadas están en un orden ascendente de probabilidad, por lo que un acuerdo proto-humanista que evite el derramamiento de sangre hasta el último hombre resulta poco factible ante un conflicto como el sudanés; por otro lado, la segunda opción depende del pragmatismo de dos hombres, al-Burhan y el Sheikh bin Zayed, la del segundo es esperable, pero resultaría llamativo que el líder de las SAF decida finalizar una guerra por medios diplomáticos cuando la está ganando en términos castrenses; finalmente, el escenario que encuentro más factible, un estancamiento en el avance de las tropas de al-Burhan es esperable mientras más se adentren en el territorio histórico de las RSF, sus bajas se elevarán y los costos logísticos de luchar a cientos de kilómetros de su base –factor que repercutió en el desempeño de las tropas de Meheti– aumentarán; esta sumatoria de hechos hará que el conflicto tienda a la división tácita del Estado en dos regiones.
REFERENCIAS:
[1] La Autoridad Intergubernamental para el Desarrollo ( IGAD ) es un bloque comercial integrado por Etiopía, Kenia, Sudán, Sudán del Sur, Yibuti, Eritrea, Somalia y Uganda.
[2] Sistemas de defensa aérea portátiles, es decir lanzadores de misiles tierra-aire capaces de derribar aeronaves que vuelan a baja altura.
[3] Subsidiaría de la empresa M-Investment, propiedad de Wagner Group.
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