Por Francisco Correa [i]
El papel estratégico del Papa Francisco a nivel mundial tiene una trascendencia que ya nadie la discute, ni sus seguidores ni sus detractores. Desde hace varios años viene denunciando a través de sus prácticas, escritos, discursos un capitalismo salvaje que ha corrido del centro de la escena el lugar del Ser Humano y lo ha remplazado por su nuevo dios “El dinero”. Dios que encarna las prácticas de la especulación como modo-valor de vida, que necesita del descarte de personas como forma de resolver los conflictos, y que pregona un individualismo materialista ahistórico, des-situado, negando cualquier sentido de trascendencia de nuestra humanidad.
Esto puede encontrarse en las exhortaciones apostólicas (Evangelii Gaudium, Querida amazona), las Encíclicas Papales (Laudato si, Fratelli Tutti) y centenares de cartas y discursos pronunciado en todos los viajes donde estuvo presente Francisco. No quedan dudas sobre su enfrentamiento con un modo de concebir el mundo que descarta, expulsa, discrimina a los hombres y mujeres del planeta, como así también al planeta. Esto es claro y la deslegitimación de este sistema mucho tiene que ver con el accionar cotidiano que realiza Francisco.
Ya es moneda corriente que los escritos, discursos y practicas pronunciadas por Francisco generen criticas (como también muchas adhesiones) por fuera y por dentro de la iglesia católica, obviamente amplificada por los grandes aparatos propagandísticos, que ven en esos planteos un enfrentamiento directo contra un status quo del sistema político mundial dominante.
Pero la nueva propuesta de reflexión-discusión-acción sobre “El sínodo de la sinodalidad” impulsada por el Papa Francisco, tendrá una particularidad, y será que las críticas vendrán desde el interior de la iglesia católica, teniendo en cuenta que este proceso significará un hecho político de alto impacto para la institución. Esta propuesta intentará consolidar la concepción que encarna la figura de Francisco al interior de la iglesia católica y puede sintetizarse en los planteos de una Iglesia sinodal, una Iglesia “en salida”, una Iglesia misionera, en definitiva (y retomando el Concilio Vaticano II) una iglesia con las puertas abiertas. Esta propuesta provocará una serie de tensiones y reacciones de los sectores asociados a la Curia Vaticana, que se resisten a los cambios propuestos por el papa, porque significa una batalla decisiva que debe dar Francisco para poder consolidar su proyecto de Iglesia.
En un artículo anterior, sobre la importancia (al cumplirse 5 años) de “Laudato si” planteábamos que una de las claves de acercamiento a esta encíclica papal refería fundamentalmente a la concepción de cómo se diagnostica un problema y los lineamientos para solucionarlo en los planteos de Francisco. En el apartado “El diálogo ecuménico y multidisciplinario” decíamos:
La mayor parte de los habitantes del planeta se declaran creyentes, y esto debería provocar a las religiones a entrar en un diálogo entre ellas orientado al cuidado de la naturaleza, a la defensa de los pobres, a la construcción de redes de respeto y de fraternidad. Es imperioso también un diálogo entre las ciencias mismas, porque cada una suele encerrarse en los límites de su propio lenguaje, y la especialización tiende a convertirse en aislamiento y en absolutización del propio saber. Esto impide afrontar adecuadamente los problemas del medio ambiente. También se vuelve necesario un diálogo abierto y amable entre los diferentes movimientos ecologistas, donde no faltan las luchas ideológicas. La gravedad de la crisis ecológica nos exige a todos pensar en el bien común y avanzar en un camino de diálogo que requiere paciencia, ascesis y generosidad, recordando siempre que «la realidad es superior a la idea.
La carta encíclica papal sintetiza un conjunto de aportes y reflexiones que van desde aquellos producidos por científicos (no católicos) a integrantes de otras religiones e infinidad de comunidades que han contribuido al debate y a la aproximación al problema. La incorporación de voces que no son específicamente católicas demuestra la consideración de la necesidad de consolidar un diálogo ecuménico, en tanto que los habitantes del mundo que sufren estas problemáticas no profesan necesariamente tal credo. A su vez, la contribución de una infinidad de científicos de distintas disciplinas deja expuesta la intención de comprender la integralidad de los problemas que, en efecto, no se presentan como disciplinares, sino que constituyen hechos expresados siempre en sus múltiples dimensiones -lo que nos demanda un abordaje acorde para poder resolverlo-.
El ecumenismo y el carácter multidisciplinario (a multidisciplinariedad) sintetiza un modo de abordaje de los problemas que deberíamos incorporar en cada situación de nuestra vida cotidiana.
El ecumenismo es una concepción sobre cómo incorporar a todos los actores que deben ser parte del diagnóstico y la resolución de los problemas, es el modo de constituir un espacio que permita expresar, contener y dar forma a una propuesta que incorpore a todos los sectores atravesados por determinada situación. Al mismo tiempo, la multidisciplinariedad otorga a ese punto de partida la manera de abordar los problemas, en tanto son múltiples las dimensiones que componen todo fenómeno. Es muy común que existan espacios donde se abordan problemas trascendentes de nuestra situación mundial pero la falta de incorporación de los componentes y las aproximaciones necesarias hace que metodológicamente no podamos construir una posible salida. Incluso, dada la concepción que ello implica, muchas veces está extinguida la resolución antes de constituirse el espacio en el que podría establecerse.
La profunda convicción de incorporar al otro con su mirada, su realidad y su saber –en síntesis, su historia- es un ejercicio que demanda de mucha paciencia, tolerancia y compromiso, que sólo puede hacerse cuando se está convencido de que para la resolución de problemas es necesaria la palabra y (la)participación de un otro desde el diagnóstico del problema hasta la construcción de una salida5.
En este artículo hacíamos referencia al planteo permanente de Francisco, en la concepción sobre cómo encarar el problema, y que instrumentos construir para eso. Es en este punto donde se desarrolla el núcleo de resolución de cualquier conflicto. No es solo visualizar el tema, sino el modo en cómo se implementa la forma de abordarlo (concepción).
Pero la diferencia entre Laudato SI y el “Sínodo sobre la Sinodalidad”, es que este último, refiere a una temática-problemática que se discutirá al interior de la iglesia y pone en debate como encarar el futuro de la misma y con qué concepción: «Precisamente el camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio». Este itinerario, que se sitúa en la línea del «aggiornamento» de la Iglesia propuesto por el Concilio Vaticano II, es un don y una tarea: caminando juntos, y juntos reflexionandosobre el camino recorrido, la Iglesia podrá aprender, a partir de lo que irá experimentando, cuáles son los procesos que pueden ayudarla a vivir la comunión, a realizar la participación y a abrirse a la misión. Es decir, en la encíclica papal Laudato SI, se discutía la “casa común” que habitamos los seres humanos de este planeta, en cambio en este sínodo la discusión será “puertas adentro” de la institución para delinear el futuro del tercer milenio de la iglesia católica y medir fuerzas para avanzar en la consolidación de la propuesta política doctrinal del Papa Francisco.
El sínodo en la historia y en actualidad.
Para los que no son habitúes de las lecturas sobres estas temáticas, podemos comenzar diciendo que El Sínodo de los Obispos es un organismo consultivo creado por Pablo VI (Papa de 1963 a 1978) en el marco del Concilio Vaticano II, y tiene por función pedir a obispos de todo el mundo que participen en el gobierno de la Iglesia, aconsejando, aportando, recomendando al Papa sobre temáticas de interés para la Iglesia católica universal.
A diferencia de lo sucedido hasta la actualidad, en el año 2021 fue convocado y comenzó a desarrollarse el Sínodo de los Obispos donde la temática a trabajar es ‘Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión’- El Sínodo sobre la Sinodalidad. Hasta aquí, podríamos decir que es un sínodo más y caminará por los carriles normales de la lógica institucional planteada a mediados de las 60. Pero existe una particularidad que retumba en los oídos de ciertos adversarios de Francisco y refiera no solo al tema “la sinodalidad” como Caminar juntos –laicos, pastores, Obispo de Roma–, sino al modo de cómo se construirá el mismo, que lo hace novedoso y peligroso para ciertos sectores que intentan obstaculizar cualquier propuesta planteada por el Papa.
Este sínodo tiene entonces la novedad de hacer del proceso de discusión, un espacio inclusivo, participativo, dinámico y continuando con una visión del pensamiento de Francisco, y refiera a como vertebrar un planteo desde lo local, pasando por lo continental hasta lo universal, sin perder ni especificidad, ni trascendencia en los temas, como articular desde lo especifico de cada parroquia y su comunidad, hasta las estructuras jerárquicamente más altas del vaticano. Esta es una problemática que atraviesa el pensamiento de Francisco: “Hay que mirar lo global, que nos rescata de la mezquindad casera. Cuando la casa ya no es hogar, sino que es encierro, calabozo, lo global nos va rescatando porque es como la causa final que nos atrae hacia la plenitud. Simultáneamente, hay que asumir con cordialidad lo local, porque tiene algo que lo global no posee: ser levadura, enriquecer, poner en marcha mecanismos de subsidiaridad". Lo interesante de este formato es que el punto de llegada (fase universal, donde se reúnen los obispos con el Papa) deberá incorporar, obligatoriamente, lo discutido en lo local. Es decir, la fase universal será el último eslabón de un proceso que comenzará en cada comunidad y su parroquia -la fase local, diocesana-.
En este sentido, la propuesta planteada por Francisco se articulará en tres fases y escalas:
Fase diocesana-local: octubre 2021-abril 2022
Fase continental: septiembre 2022-marzo 2023
Fase universal asamblea sinodal: octubre 2023
Fase diocesana:
Consulta y participación del Pueblo de Dios: será un momento de encuentro/reflexión, que comenzó el domingo 17 de octubre del 2021 y tiene por objetivo la consulta al pueblo de dios sobre la sinodalidad “como caminamos juntos”. Para esto se ha elaborado un Documento Preparatorio, acompañado de un Cuestionario y un Vademécum8 con propuestas para realizar. El documento ya circula por los Dicasterios de la Curia (Ministerios de la estructura vaticana), las Uniones de Superiores y Superioras Mayores, las uniones y federaciones de vida consagrada, los movimientos internacionales de laicos, las Universidades y Facultades de Teología. La fase diocesana-local incorporará entonces al conjunto de los que conforman “los bautizados”, es decir sacerdotes, religiosos/as, como así también a los laicos, y organizaciones de la comunidad que sean parte del llamado pueblo de Dios (La comunidad toda).
Fase continental:
Diálogo y discernimiento. Es la segunda fase del camino sinodal, la "continental", y está prevista hasta marzo de 2023. El objetivo es dialogar a nivel continental sobre el texto elevado de la fase diocesana, sumándole (luego del debate y la reflexión) las particularidades culturales de cada continente. Cada reunión continental de los Episcopados nombrará a su vez, un responsable que actuará como referente con los Episcopados y la Secretaría del Sínodo. Las Asambleas Continentales deberán elaborar un documento final que se enviará en marzo de 2023 a la Secretaría del Sínodo. Para concluir esta etapa se redactará un segundo “Instrumentum Laboris”, (herramienta para la tarea) que se publicará en junio de 2023 y deberá incorporar lo trabajado en la fase local, como en la continental.
Fase universal. Los Obispos del mundo en Roma:
Esta etapa, que pretende configurar "un ejercicio de colegialidad dentro del ejercicio de la sinodalidad", finalizará en octubre de 2023 con la celebración del Sínodo en Roma, según los procedimientos establecidos en la Constitución promulgada en 2018 por el Papa Francisco, Episcopalis Communio y en la cual debe sistematizarse e incorporase todo lo trabajado en las etapas anteriores.
Dos iglesias en disputa: Eclesialismo vs clericalismo.
«Aquí vemos esa actitud tan fea que también hoy vemos en muchos puestos, en muchos lugares, el clericalismo, este estar por encima de los humildes, explotarlos, “golpearlos”, sentirse perfectos. Este es el mal del clericalismo. Es una advertencia para todo tiempo y para todos, Iglesia y sociedad: no aprovecharse nunca del propio rol para aplastar a los demás, ¡nunca ganar sobre la piel de los más débiles!»
Como describíamos anteriormente, desde la concepción de cómo debe ser abordada cualquier temática, hasta el tema planteado, existen como mínimo dos concepciones de que papel debería jugar la iglesia en la comunidad. Francisco no esconde el contra quien está discutiendo al interior de la institución, y en este sentido en sínodo sobre la sinodalidad será un movimiento estructural que planteará Francisco para consolidar una mirada sobre la iglesia de estos tiempos. En el documento preparatorio del “sínodosobre la sindalidad” (documento que será discutido y problematizado por millones de personas e instituciones) no es para nada elíptico y plantea de forma doctrinal (interpretación de las escrituras) y frontalmente cual es la iglesia que va a poner en debate.
Doctrinalmente sobre la lectura de las escrituras y haciendo referencia a los apóstoles:
“El ingreso en la escena de este tercer actor no tiene lugar gracias a una curación o a una conversión, sino que coincide con la llamada de Jesús. La elección de los apóstoles no es el privilegio de una posición exclusiva de poder y de separación, sino la gracia de un ministerio inclusivo de bendición y de comunión. Gracias al don del Espíritu del Señor resucitado, ellos deben custodiar el lugar que ocupa Jesús, sin sustituirlo: no para poner filtros a su presencia, sino para que sea más fácil encontrarlo”. (…) Sin la multitud, la relación de los apóstoles con Jesús se corrompe en una forma sectaria yautorreferencial de la religión y la evangelización pierde entonces su luz, que proviene solo de Dios, el cual se revela directamente a cada uno, ofreciéndole su salvación”.
Pero, para que no queden falsas interpretaciones sobre las sagradas escrituras, Francisco aclara frontalmente haciendo referencia al clericalismo como forma corrompida de ejercer el poder:
“La Iglesia entera está llamada a confrontarse con el peso de una cultura impregnada de clericalismo, heredada de su historia, y de formas de ejercicio de la autoridad en las que se insertan los diversos tipos de abuso (de poder, económicos, de conciencia, sexuales). Es impensable «una conversión del accionar eclesial sin la participación activa de todos los integrantes del Pueblo de Dios»” (…).
Como muy bien sabe Francisco, el enfrentamiento para con la máxima autoridad, quien tiene la potestad en última instancia de tomar las medidas que crea necesarias para la etapa, la confrontación nunca será frontal, por lo tanto, el mecanismo de poder de sectores identificados con la curia vaticana (clericalistas) siempre será el de formalizar- burocratizar- cada proceso a tal punto que le quite el dinamismo propio al proceso de incorporación de nuevas miradas, nuevos actores en el planteo. Aquí se inscribe la contundencia de Francisco en el discurso inaugural del sínodo -pronunciado el 9 de octubre del 2021- alertando sobre distintos mecanismos que tiene el clericalismo de obstaculizar, obstruir, bloquear cualquier proceso de transformación planteado desde la Jefatura Vaticana.
Lo deja muy en claro y alerta sobre tres riesgos que ponen en peligro el sínodo: “El Sínodo, al mismo tiempo que nos ofrece una gran oportunidad para una conversión pastoral en clave misionera y también ecuménica, no está exento de algunos riesgos:
El primero es el formalismo. Un Sínodo se puede reducir a un evento extraordinario, pero de fachada(...) Por tanto, si hablamos de una Iglesia sinodal no podemos contentarnos con la forma, sino que necesitamos la sustancia, los instrumentos y las estructuras que favorezcan el diálogo y la interacción en el Pueblo de Dios, sobre todo entre los sacerdotes y los laicos. ¿Por qué subrayo esto? Porque a veces hay cierto elitismo en el orden presbiteral que lo hace separarse de los laicos; y el sacerdote al final se vuelve el “dueño del cotarro” y no el pastor de toda una Iglesia que sigue hacia adelante. Esto requiere que transformemos ciertas visiones verticalistas, distorsionadas y parciales de la Iglesia, del ministerio presbiteral, del papel de los laicos, de las responsabilidades eclesiales, de los roles de gobierno, entre otras.
Un segundo riesgo es el intelectualismo (…) una suerte de “hablar por hablar”, donde se actúa de manera superficial y m
undana, terminando por caer otra vez en las habituales y estériles clasificaciones ideológicas y partidistas, y alejándose de la realidad del Pueblo santo de Dios y de la vida concreta de las comunidades dispersas por el mundo.
Por último, puede surgir la tentación del inmovilismo. Es mejor no cambiar, puesto que «siempre se ha hecho así» (Exhort. apost.Evangelii gaudium, 33) —esta palabra es un veneno en la vida de la Iglesia, “siempre se ha hecho así”—. Por eso, es importante que el camino sinodal lo sea realmente, que sea un proceso continuo; que involucre —en fases diversas y partiendo desde abajo— a las Iglesias locales, en un trabajo apasionado y encarnado, que imprima un estilo de comunión y participación marcado por la misión.
En el marco de esta discusión, la iglesia Latinoamericana y caribeña fue protagonista del primer encuentro a nivel continental de la iglesia católica: la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe desarrollada en noviembre del 2021 en la ciudad de México, que entre otros objetivos tenía la de “ser un evento eclesial en clave sinodal, y no solo episcopal, con una metodología representativa, inclusiva y participativa”. Este evento (que no tuvo tanta trascendencia en los medios de comunicación) fue la antesala latinoamericana y caribeña para darle sustento a la propuesta del sínodo presentado por Francisco. En este sentido y como para para cerrar el planteo y reflejar el enfrentamiento de dos concepciones sobre la iglesia católica que hoy están en juego, hay que incorporarle tres (de las doce) Conclusiones, y que plantean:
Incrementar la formación en la sinodalidad para erradicar el clericalismo.
Promover la participación de los laicos en espacios de transformación cultural, político, social y eclesial.
Renovar, a la luz de la Palabra de Dios y el Vaticano II, nuestro concepto y experiencia de Iglesia Pueblo de Dios, en comunión con la riqueza de suministerialidad, que evite el clericalismo y favorezca la conversión pastoral.
Primeras Conclusiones.
A diferencia de otras acciones que ha llevado adelante Francisco para consolidar su proyecto espiritual-político-cultural-hacia el mundo, de un diálogo inter-religioso, intercultural e intercivilizatorio, planteando en sus encíclicas, exhortaciones, cartas y articulaciones en sus recorridas mundiales, este Sínodo es la materialización de la propuesta al interior de la propia institución católica. Quizás ha llegado el momento de avanzar en un proceso de abrir, movilizar, re discutir, incorporar e institucionalizar en una nueva etapa, la iglesia sinodal planteada por Francisco y consolidar así su visión al interior de la iglesia.
La propuesta metodología del sínodo sintetiza una concepción que plantea Francisco, en relación a una iglesia en salida, que va en busca de su pueblo y su cultura de la cual se había escindido o aislado y por lo tanto no era parte. Por eso su enfrentamiento para con el clericalismo, sector que expresa y construye una forma de obstaculizar cualquier proceso de cambio al interior de la iglesia. En el clericalismo como modo se expresa la curia romana (a la cual en el 2014 ya les había planteado los 15 males o enfermedades) como así también varios de los sectores que, siendo geográficamente de las periferias, representan un iglesia cerrada, corrupta, corrompida que han dejado de ser parte de los problemas reales de nuestras comunidades y es una expresión clara de la perdida de feligreses en varias partes del mundo.
La temática del sínodo “la sinodalidad”, ¿Cómo caminar juntos?, responde a una necesidad de volver a las fuentes y los orígenes del concepto mismo de Iglesia, Pueblo de Dios y destino común. Es una forma de discutir la institucionalidad y abrirla a las nuevas realidades sociales.
Con el correr de los meses y años vamos a ir confirmando el nivel de confrontación que genera esta propuesta, las marchas y contra marchas que generara el proceso. Que como bien lo dice el documento preparatorio la “finalidad del Sínodo, y por lo tanto de esta consulta, no es producir documentos, sino «hacer que germinen sueños, suscitar profecías y visiones, hacer florecer esperanzas, estimular la confianza(...)”.
[i] El autor es licenciado en sociología. Además es docente en la UNLP y trabajador del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación.
Comentarios