Por Sebastián Pasquariello *
El actual conflicto diplomático con España representa un capítulo más de las tensiones que ha provocado el presidente Milei con sus acciones en el frente externo. A su discurso de férreo alineamiento con los Estados Unidos e Israel, se le sumaron descalificaciones constantes de todo mandatario considerado opuesto a sus supuestas “ideas de libertad”. Esto ha traído entredichos, además, con autoridades de Colombia, Brasil, México o China.
Quizá encontremos alguna explicación sobre esta particular forma de manejarse en el área de la diplomacia en su autodefinición como anarco-capitalista, y el consecuente lugar del Estado como enemigo. Milei ha expresado ideas sobre el relacionamiento entre privados que ignoran toda realidad de cómo funciona realmente el mundo y el vínculo entre las naciones. En el debate durante la campaña presidencial, por ejemplo, habló de acuerdos entre privados para el desarrollo del comercio exterior, frente a su negativa a encarar relaciones con países considerados “comunistas”. Ahora, busca subestimar el conflicto institucional con España alegando que remite a diferencias personales entre mandatarios y no a la relación entre los pueblos.
Pero la ofensa a las autoridades legítimas de un sistema democrático representa, por extensión, un agravio a la voluntad popular que las eligió. Sin embargo, esta no parece ser la preocupación oficial frente al conflicto con España. Más bien, en forma casi inmediata, se ha centrado la atención sobre la posición de empresarios españoles frente al entredicho. Y esto, remite a una particularidad que las relaciones de Argentina y España han mantenido en las últimas tres décadas.
Durante dicho periodo, la cuestión económica ha crecido en importancia en la relación bilateral, además de los tradicionales vínculos político-culturales. La inversión directa española se ha colocado entre las más importantes en Argentina, tanto en términos cuantitativos como cualitativos. El monto invertido ha transformado al país ibérico en el segundo mayor aportante de capital durante mucho tiempo, solo detrás de los EEUU, mientras que sus intereses se ubican en sectores clave de la economía local, principalmente en ramas del sector servicios, energía, telecomunicaciones y banca.
Esta historia nos remite a una España que supo ser firme aliada de las reformas implementadas por los gobiernos menemistas en los 90, de las cuales pudo sacar suficientes ventajas como para transformar a Argentina en la “playa de desembarco” de sus inversiones en la región latinoamericana. El país ibérico, había ingresado en la Comunidad Económica Europea en 1986, dando un paso crucial en su camino de liberalización y apertura iniciado unas décadas antes. En ese marco, encontró en los procesos de reformas pro-mercado y la privatización de empresas públicas de los países latinoamericanos una oportunidad para internacionalizar a sus principales empresas y bancos. Telefónica, Endesa, Repsol, y los bancos BBVA y Santander Rio, destacan como principales protagonistas del proceso. El objetivo era claro: con su instalación en América Latina, donde ostentaban ventajas como la cultura y el idioma, lograrían el tamaño y la composición necesaria como para lanzarse al resto del mundo, sobre todo al competitivo mercado europeo. El Estado español, todavía parte componente de la estructura propietaria de las empresas, jugo un rol central en sus relaciones con las autoridades de los países latinoamericanos.
El ex presidente Carlos Menem con el ex presidente José María Aznar.
En este marco, la década del 90 mostró excelentes relaciones del gobierno de Menem con sus pares españoles: el de Felipe González (PSOE) y el de José María Aznar (PP) a partir de 1996. Cuando se trataba de los intereses empresariales, los principales partidos políticos de España no demostraban grandes diferencias en materia de política exterior, característica que se ha mantenido a lo largo de los años. De esta forma, en esa comunidad de intereses, fue que los inversores españoles mantuvieron importantes beneficios a lo largo de la década, hasta concretar lo que sería la operación estrella: la adquisición completa de YPF por parte de Repsol en 1999.
El gobierno de la Alianza no descuidó los fuertes lazos establecidos. Hay hechos, quizá poco conocidos, que exponen la centralidad de España en el mantenimiento del régimen monetario de convertibilidad. Por ejemplo, fue el único país aportante en el llamado “blindaje”, y fue allí donde el Ministro Cavallo presento el “Megacanje”. Ambos mecanismos de salvataje que no pudieron hacer nada frente a la inevitable caída del modelo económico argentino.
Ya con la crisis de 2001/2002, las tensiones se hicieron inevitables. Los beneficios que habían gozado las empresas españolas participantes del proceso de privatización entraban en entredicho, sobre todo lo vinculado a la dolarización de las tarifas de los servicios públicos y la cuestión energética. Comenzaba, así, un largo conflicto que giraría en torno a los efectos que los cambios del modelo económico iban a tener sobre las inversiones ibéricas en el país.
Un primer capítulo sucedió durante el gobierno de Eduardo Duhalde, pero su punto de mayor tensión se reflejó en la visita de Néstor Kirchner a Madrid, en julio del 2003. El flamante presidente argentino expresaba un giro en la política exterior, con un discurso muy crítico de lo sucedido la década previa. Este paso por España se recuerda por lo inédito de su posicionamiento frente al empresariado español, al cual reprocho los grandes beneficios obtenidos en los 90, quitando grados de legitimidad a sus reclamos frente a la crisis.
Pero tras los primeros momentos de rispideces, la relación poco a poco se compondría, dada la adaptación que empresas españolas hicieron a las oportunidades que abrió la nueva realidad económica. Si bien el conflicto por la actualización de tarifas fue una constante, lo cierto es que la recuperación económica que evidenciaba el país brindaba nuevas posibilidades. De esta forma, lo más importante radicaba en que a partir de las políticas implementadas tras la crisis del año 2001, y sobre todo desde el gobierno de Néstor Kirchner, el buen andar de las empresas españolas en Argentina debía aunarse con el crecimiento de la economía local. Es decir, a diferencia del final del período de la convertibilidad, en el cual podía producirse una disociación entre rentabilidad y bienestar económico interno lo que, sin embargo, demostró no ser sostenible a largo plazo. La buena relación de Kirchner con el flamante presidente español del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, fue un aporte más a la distención.
Además, más allá de la crisis sufrida por las inversiones españolas en Latinoamérica, algunas comenzaban en el nuevo siglo a hacer gala del logro de su objetivo inicial de internacionalización. La creciente presencia empresarial española en los mercados europeos demostró, en cierto punto, un éxito en ese sentido. Sin embargo, no se le quitó importancia a la presencia en América Latina, ya que seguía representando una fuente crucial de la estructura de beneficios. Esto resulto clave frente a la gran crisis internacional del año 2008, que afectó más a las economías europeas que a las latinoamericanas, resaltando la importancia de la distribución geográfica del beneficio de las multinacionales.
El matrimonio Kirchner con el Mandatario español Jose Luis Rodriguez Zapatero.
Los años posteriores a la crisis, recuerdan hechos destacados en la relación con el capital español, como el conflicto por la estatización de YPF durante el segundo gobierno de Cristina Kirchner. Ello llevó los vínculos a un grado de tensión inédito, si bien terminó con un acuerdo de compensación nada desdeñable para Repsol. Con la llegada de Mauricio Macri al poder, se mostró una distención en las relaciones diplomáticas por la sintonía con el gobernante conservador de España Mariano Rajoy. Sin embargo, el deterioro que la economía argentina comenzó a evidenciar no resultó favorable para el crecimiento de la inversión, lo que demuestra un contexto completamente distinto al que se vivio a fines del siglo anterior.
Todo lo desarrollado marca numerosos interrogantes sobre el posicionamiento del capital español frente al gobierno de Milei. La historia de mayores afinidades o de rispideces se ha dado siempre dentro de parámetros institucionales convencionales, sin llegar al rompimiento de las relaciones diplomáticas. Además, vimos la importancia que ha adquirido la Argentina en las últimas décadas para los negocios españoles. Está claro que el buen funcionamiento de los mismos prima por sobre cualquier promesa de “mayores libertades”, incluso si eso implica defender a un “socialista” por sobre un supuesto defensor acérrimo del capitalismo liberal.
* Profesor de Historia (UBA) - Magíster en Historia Económica y de Políticas Económicas (UBA) - Profesor Adjunto Historia Económica y Social Argentina (FCE UBA).
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