Trump regresa a la presidencia de EE. UU., impulsado por las divisiones de la corrección y la incorrección política. ¿Será esta una vuelta más moderada o un retorno con fuerza?
Por Juan Pablo Demaría Aguilar*
Que D. Trump haya ganado en las elecciones presidenciales de Estados Unidos en este 2024 no fue un triunfo esperable. Como tampoco lo fue en 2016 cuando le ganó a H. Clinton. Las elecciones en ningún país son una lotería. Tampoco se trata de que gane el mejor. Tampoco el peor. Ni el más bueno. Ni el más malo. Hay grises. En 2016 Trump le ganó a H. Clinton en primera vuelta. En este 2024 le ganó a Kamala Harris también en primera vuelta. ¿Causalidad? Quizá son varias las causas que llevaron a Trump nuevamente al triunfo. El apoyo de grandes poderosos de Estados Unidos y el mundo. Elon Musk es solo un ejemplo de ello. Las agendas de la corrección política en su faceta más dura y combativa hicieron su aporte. Tensaron la cuerda, extremaron su postura dándole más entidad al candidato republicano de la que ya tenía. Le hicieron el juego como decimos en Argentina cuando una persona o un grupo, o una fuerza política de tanto criticar y combatir al candidato contrario lo fortalece y le ayuda a ganar o a posicionarse mejor o con más fuerza en el escenario político electoral o más allá de él.
La corrección política cede paso a su enemiga que no es menos mala. Ambas son peores en sus prácticas excesivas que solo llevan a encerrarse en sus cuitas y el árbol les tapa el bosque. Los pueblos del mundo necesitan en este contexto oscuro de liderazgos políticos firmes que con moderación y prudencia gobiernen en favor de sus intereses y necesidades. Corrección política y su contrario espejo la incorrección política carecen de moderación. Cuenta S. Zizek que Lenin en sus últimos escritos, ante la avanzada reaccionaria de nacionalismos extremosos en distintas partes de Europa y el mundo de principios de los años veinte en el pasado siglo XX, sugiere moderar posturas, discursos a contrapelo de lo que en los años de la revolución y los previos a esta sugería y ponía en práctica. Una suerte de corrección política serena o incorrección política moderada. Esto es lo que necesita el mundo, el escenario internacional actual. Dicho de otra manera, una tercera posición acorde a este tiempo y su espíritu de época que salga de la encerrona corrección política vs. incorrección política mientras pueblos se desangran en guerras que pueden y deben terminarse. Hay que volver a darle una oportunidad a la paz. Aunque suene ingenuo, aunque suene irrealizable.
El triunfo de Trump no es el reflejo de un cambio de época, es su exponente, es su producto. Uno más entre otros. Bukele, el bolsonarismo, Meloni, entre otros (Putin, Orbán, Netanyahu, Kim Jong-un no entrarían en esa lista. Exceptuando el caso de Netanyahu que volvió a gobernar Israel hace pocos años, los demás mencionados gobiernan sus países hace más de diez años) son también productos, exponentes de ese cambio de época que está pariendo una y en ese acontecimiento la incorrección política fluye con tanta o más violencia que su contrario espejo. Con la vuelta de Trump a la presidencia de EEUU ¿se trata de la vuelta de la incorrección política? Y si llega a ser así ¿será nuevamente fuerte o esta vez jugará en modo moderado?
El gobierno argentino en boca de su presidente en ejercicio el señor J. Milei felicitó mediante sus redes sociales a Trump por su triunfo electoral y lo celebró. El jefe de estado de la Argentina marcó una diferencia importante con uno de sus predecesores: el ex presidente M. Macri. En 2016 el entonces presidente Macri apoyó abierta y públicamente a la entonces candidata a la presidencia de Estados Unidos H. Clinton y perdió. Perdió Macri al jugarse por H. Clinton y perdió ella contra Trump. El gobierno de Macri no fue pro estadounidense. Fue pro partido demócrata. Y así le fue. No le quedó otra que alinearse a la administración Trump una vez que este asumió. Y su consecuencia más nefasta para el estado y el pueblo argentino fue el acuerdo con el fondo monetario internacional por un préstamo de más de 45 mil millones de dólares. Hecho inédito en la historia del FMI, de la Argentina y del mundo. Deuda externa de la Argentina para con su acreedor el FMI. Deuda externa como instrumento de opresión y extorsión a un estado soberano. Nada nuevo bajo el sol dijo un sabio de la antigüedad. Otra vez sopa decimos en criollo en Argentina.
El gobierno argentino en curso apoya a Estados Unidos en un alineamiento genuflexo. Como en los noventa (s. XX) pero con menos seriedad o con ridiculez. Ya dijo K. Marx hablando de la historia que esta se repite primero como tragedia y después como farsa. No hace falta decir quién es la tragedia y quién la farsa. A buenos entendedores pocas palabras bastan. El gobierno que preside Milei leyó con astucia -la astucia de la razón quizá- la coyuntura de la política interna estadounidense y la internacional en un contexto gris donde no se sabía quién iba a ganar. El gobierno argentino de turno a diferencia del de Macri no se jugó ni por Trump ni por K. Harris. Desde sus inicios dijo que Estados Unidos, el Estado, no un gobierno de turno sea del partido que sea, es el aliado número uno, el principal amigo o socio de la Argentina en el escenario internacional gobierne quien gobierne.
La autoconsiderada y considerada por tantos como la mayor y de mejor calidad democracia del mundo viene mostrando en los últimos -por lo menos ocho- años que no es tan así como se la nombra. Se critica a Venezuela por ser una democracia en decadencia o una autocracia, o, lisa y llanamente, una dictadura. En sus últimas elecciones tanto el proceso electoral como el resultado fueron opacos. Partió aguas. De un lado quienes reconocieron a Maduro como presidente legítimamente electo, de otro lado quienes no y de otro quienes pidieron que se entregue el acta definitiva del escrutinio.
Estas últimas elecciones presidenciales en EEUU muestran una democracia agrietada o por qué no fracturada. Plantea el argentino Jorge Arguello -ex embajador por Argentina en EEUU en cuatro gobiernos- que en Argentina creemos que somos los campeones de la grieta, que somos el país con la mayor grieta del mundo, sin embargo, desde la irrupción del trumpismo en EEUU la grieta en este país, en esa sociedad se potenció y no se aplacó con la victoria de J. Biden y su administración, sino por el contrario se recrudeció y continúa reforzándose, está in crescendo. De ordinario se cree que EEUU es una sociedad unificada, sin grieta, sin embargo, los últimos años y gobiernos sacaron a la luz la profunda grieta o fractura de una sociedad, de una democracia, de una república que se jactaba de ser el ejemplo mundial en materia de calidad democrática y republicana.
La política exterior de la administración Trump quizá aplaque la guerra Rusia vs. Ucrania y haga lo que esté a su alcance para colaborar en finalizarla. En la región medio oriente quizá le ponga freno al accionar del gobierno israelí en su guerra contra los enemigos del estado de Israel. Trump fue claro al expresar que no quiere guerras en el mundo. Retórica de un ex candidato y ahora presidente electo de “la mayor democracia del mundo”. ¿Retórica vacía? Una pregunta que huele a lugar común. Lo que hará Trump una vez que asuma la presidencia no podremos saberlo. No hacemos futurología. La consigna “Hacer a América grande otra vez” no es nueva. Viene de un pasado reciente. Durante su campaña presidencial en 2016 Trump la usó como también la usó durante su administración. La volvió a usar en la campaña de este año y quizá la siga utilizando una vez que ejerza el cargo de primer mandatario. Las consignas no conforman realidades. Les dan un molde, las pulen, pero aquellas las desbordan volviéndose inasimilables hasta que sean temporalmente capturadas por otras y así al infinito.
La relación de Trump con la región latinoamericana y caribeña en general y con Argentina en particular no será tan distinta a la administración demócrata a la que le queda poco por culminar, como tampoco a otras anteriores. En nuestras geografías hay recursos materiales (litio, petróleo, gas, agua dulce, etc.) que a EEUU le interesan y en consecuencia custodiará y vigilará sus intereses. Quizás la región y la Argentina no sean prioritarias para Trump como lo son la región medio oriente, la zona euroasiática y China. En cuanto a cómo vaya a jugar políticamente la Argentina en su política exterior y diplomacia de Estado, seguramente refuerce el alineamiento genuflexo que lleva adelante desde el primer día de gestión del gobierno de turno. Esto no comienza ahora. Esto continúa.
* Profesor en Filosofía (Universidad Nacional del Nordeste). Magíster en Relaciones Internacionales (FLACSO).
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