Algo de la política de los ochenta y los noventa entre Argentina y Paraguay
Por Juan Pablo Demaría Aguilar *
Desde los años ochenta en el siglo XX con los procesos de recuperación democrática, primero en Argentina y luego en Paraguay, la relación entre estos países tuvo sus tensiones y altibajos que se resolvieron por vía de diálogos y negociaciones. Una y otra vez la diplomacia fue protagónica a la hora de tramitar y solucionar conflictos entre los estados limítrofes. La diplomacia de estado se mantiene a pesar de los cambios de gobierno. Esto suena a lugar común.
En Argentina cuando cambia el signo político del gobierno cambia la dirección política de la diplomacia exterior/internacional. Otro lugar común. No vamos a hablar en esta nota de los lugares comunes con que se piensa a la política exterior e internacional de Argentina.
La relación bilateral Argentina–Paraguay se empezó a consolidar con las democracias de cada país. Democracia fue más que una palabra que en un tiempo donde era incipiente se volvió necesaria en los hechos para tender puentes entre un pueblo y otro.
Democracia es una palabra que hoy en día para algunos está sobrevalorada, para otros subvalorada y en aquel contexto quizá para los paraguayos sonaba como algo novedoso y para los argentinos también o como algo que cada tanto se interrumpía mediante un golpe de estado cívico militar y sus consecuentes dictaduras cívico militares. Las historias las escriben los pueblos y son los estados y gobiernos mediante sus funcionarios quienes le dan una forma u otra según los intereses en juego.
Si nos retrotraemos a la etapa de los gobiernos de Raúl Alfonsín en Argentina y de Rodríguez en Paraguay, en el caso del primero mencionado se salía de una dictadura cívico militar que ejerció y practicó el terrorismo de estado perpetrando un genocidio que dejó un saldo de treinta mil desaparecidos, las persecuciones, encarcelamientos ilegales, asesinatos a todo aquel que pensaba distinto, el aumento de la deuda externa, la financiarización de la economía en perjuicio del interés nacional y en beneficio de capitales transnacionales, el deterioro del aparato productivo, en síntesis, la pérdida de soberanía y autonomía política. Este fue el país que recibió el primer gobierno democrático luego de poco menos de ocho años de dictadura.
Paraguay empezó a recuperar su democracia en 1989 luego de treinta y cinco años de dictadura. Décadas de oscurantismo signaron la vida social y política de un país que se caracteriza por su espíritu guerrero que no se rinde ante adversidades. Así fue en la larga noche de tres décadas y media que el coraje de un pueblo logró vencer a sus dictadores y conquistar la democracia.
Salvando las distancias hay algo en común entre un país y otro: dictaduras cívico militares que en los años ochenta mediante las luchas populares organizadas y las diplomacias políticas de Estado recuperaron sus democracias.
De transiciones y tensiones
Hacia fines de la década del ochenta Argentina iba afianzando su democracia mientras que Paraguay lidiaba por cerrar un ciclo de dictadura y abrir uno de democracia y república. A fines del ochenta y tres la Argentina volvía a recuperar el sistema democrático y republicano que persiste hasta la fecha. Una democracia que lleva poco más de cuarenta años de existencia. Nunca antes en la historia política argentina el estado democrático de derecho duró tanto tiempo.
De parte del Paraguay el año ochenta y nueve fue clave. En ese año a miles de kilómetros, en Berlín, una multitud de personas se juntaban a golpear un muro de más de cien kilómetros de extensión hasta derrumbarlo. El relato de la caída del muro de Berlín. La parte oriental de Alemania le ponía fin a décadas de un sistema político de restricción de libertades y derechos, y empezaba a recuperar la democracia. En ese mismo año Paraguay empezaba a recuperar su democracia. Más de tres décadas de Estado de facto hicieron imposible la vida democrática con todo lo que ella implica -derechos, libertades y paz- en el país hermano.
El gobierno argentino presidido por Raúl Alfonsín tuvo una postura firme en su política exterior en cuanto a la defensa de la democracia. Puntualmente así fue en la relación con Paraguay. Argentina ya transitaba sus primeros tiempos de democracia y Paraguay aún no. Esto hacía difícil la relación bilateral en lo diplomático político. La retórica juega un rol importante en este terreno y puede facilitar o complicar la relación entre dos países. El dictador A. Stroessner gobernaba Paraguay cuando el demócrata Alfonsín lo hacía en Argentina. Una diferencia política diplomática de forma y contenido separaba a un país de otro.
Los noventas llegaron con democracias para ambos países. En medio del consenso de Washington las repúblicas recuperadas se alinearon cada una con lo suyo a un modelo que prometía libertades y derechos de lo económico a lo comercial, de lo político a lo cultural. Maquillaje que se iría desgastando en menos de una década. Chispazos que parecían luces de gran alcance se fueron evanesciendo bajo la tutela de dirigentes que ceñidos a lineamientos del entonces hegemón del norte occidental del mundo aplicaron políticas ya no mediante dictaduras cívico militares, sino por vía democrática republicana.
Las dificultades en la relación bilateral estuvieron marcadas por la cuestión Yacyretá, la división del río Pilcomayo, la relación comercial marcada por el proteccionismo de la política argentina. Los conflictos por límites geográficos se hicieron sentir. La acusación del gobierno argentino a Paraguay de cobijar terroristas en Ciudad del este. La diplomacia paraguaya buscaba la cooperación con la argentina desde una postura cándida. Un idealismo que creía que la cooperación allanaría el camino a un mejor relacionamiento. La diplomacia argentina basada en el realismo periférico se ciñó a los lineamientos de Washington dejando en segundo plano la cooperación con el país hermano.
En cuanto a la relación comercial estrictamente hablando, la Argentina se convirtió en el segundo socio comercial del Paraguay dentro del MERCOSUR. Con sus vaivenes la relación comercial se mantuvo. El mercado argentino era atractivo para el consumidor paraguayo. Las diplomacias de cada país sostuvieron la relación comercial a pesar de las tensiones suscitadas por uno y otro gobierno.
En cuanto a las cuestiones geográficas y de soberanía el idealismo de la política exterior paraguaya las veía como oportunidades de cooperación. No así el realismo periférico argentino que observaba en éstas conflictos por la falta de demarcaciones territoriales que era necesario realizarlas.
El tránsito fue un factor de problemáticas teniendo al comercio como clave en esto. El paso de mercancías en la zona fronteriza Posadas (Argentina) – Encarnación (Paraguay) dio que hablar a la prensa. En la diplomacia bilateral seguían presentes las tensiones que no pasaban a mayores, pero persistían con el transcurrir de la relación. El río Pilcomayo en cuanto a la cuestión de su partición suscitaba controversias entre un país y otro.
Ciudad del Este fue otro foco de tensión entre uno y otro estado. Los dichos del funcionariado argentino al respecto de que el mencionado distrito era un lugar donde se alojaban células terroristas agitaba las aguas en el país vecino. Tiempo después rectificaron su postura con el fin de apaciguar la relación en la materia. La diplomacia paraguaya tuvo que ver en ello. Como también tuvo que ver en bregar por una política migratoria sensible para con los paraguayos indocumentados que vivían en Argentina.
Yacyretá es un tema o problema que atravesó a ambos estados en la década del noventa. Idas y vueltas, dimes y diretes de parte de cada gobierno nacional a un proyecto binacional que benefició a las dos partes sin dejar de concebir tensiones. Bajo la ideología política neoliberal el gobierno argentino presidido por Menem y el paraguayo por Wasmosy decidieron la privatización de la represa binacional.
Ambos jefes de estado vieron la oportunidad de la cumbre económica del MERSOCUR para oficializar su decisión. El MERCOSUR como lugar común para tratar una cuestión que incumbía a dos países con el interés de recurrir a esa institución internacional de orden regional para darle fuerza a una decisión que por más tinte ideológico que tuvo, el tinte económico-comercial no estuvo ausente.
Dos etapas en una
Casi dos décadas marcadas por el juego político diplomático, atravesadas por la transición de la dictadura cívico militar a la democracia, cronológicamente primero en Argentina y luego en Paraguay. Los ochenta también fueron eso: un cambio de sistema político diplomático en un país y en otro. Con sus bemoles. La diplomacia de estado argentina bregando en el panorama internacional y en la órbita regional por la defensa de la democracia. Instando a Paraguay a que le ponga fin a su dictadura y allane el camino a la democracia.
Si bien la democracia llegó poco menos de una década después al Paraguay, al igual que la Argentina fueron partícipes del consenso de Washington, se alinearon a la política que bajaba Estados Unidos para la región. Ya no estaba el muro de Berlín, el bloque oriental liderado por la Unión Soviética en enemistad política con el bloque occidental conducido por Estados Unidos había dejado de existir. Finalizó la guerra fría y con ella el mundo bipolar que marcó una época de poco más de cuatro décadas.
Lo que se llamaba Unión Soviética se desmembró en distintas repúblicas, una de ellas, la mayor en extensión geográfica pasó a llamarse Rusia. Hay una amalgama entre el fin de la década del ochenta y el principio de la del noventa que se distingue por fechas, pero en la reflexión política los ochenta son los noventa renovados o una reinvención de los ochenta con cantos de sirenas y altas expectativas en lo político y social que terminarían en Argentina y en Paraguay como en otros países de la región con conflictos internos y externos, pobreza, hambre que mostraron al neoliberalismo en la práctica. Ochenta y noventa, dos etapas en una.
Cuando se habla de ideología neoliberal también se habla de economía, cultura y política. Más allá de las distinciones entre unas esferas y otras, la década del noventa estuvo signada por el neoliberalismo en todas sus formas. Más allá de esta obviedad, los noventa significaron para Argentina y Paraguay una oportunidad desde los conflictos por cuestiones geográficas, comerciales, migratorias, Yacyretá, etc. para que las diplomacias y política exterior de cada país actúe para tensar y/o aliviar la relación bilateral.
El relacionamiento político diplomático entre Argentina y Paraguay en el contexto ochenta/noventa fue por momentos tenso y por momentos apaciguado. La permanencia en el trabajo a veces con bajo perfil, otras con un perfil alto, destacó a la diplomacia y política exterior de cada estado. La alta política se nutre de ello y no sería tal sin esos componentes que la mueven a operar para conflictuar o cooperar.
* Profesor en Filosofía (Universidad Nacional del Nordeste). Magíster en Relaciones Internacionales (FLACSO).
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