¿Tirando para no aflojar y aflojando para que no se corte?
Por Juan Pablo Demaría Aguilar *
En lo que va del gobierno de Javier Milei la diplomacia argentina en política exterior tiene un carácter rupturista. Un ejemplo de esto son las declaraciones públicas de la Canciller Diana Mondino, quien en más de una oportunidad tuvo palabras diplomáticamente incorrectas para con China. Como ser, por ejemplo, que Argentina no tiene que tener relaciones con países que no tienen democracias liberales, o que "los chinos son todos iguales". Un caso de sobreideologización de la diplomacia en política exterior.
El apoyo a Ucrania es otro caso de sobreideologización diplomática de política exterior. Desde sus inicios el gobierno argentino toma partido por Ucrania en la guerra contra Rusia. El gobierno argentino anterior jugó de manera neutral en este conflicto bélico con una postura tibia abogando por una solución pacífica entre las partes. A pesar de ello, su diplomacia fue mejor que la del gobierno en funciones.
Los dichos del Presidente de la Argentina sobre su par español son una más de las que el primero viene haciendo. Agredir verbalmente a Estados y Jefes de Estado que considera contrarios a sus ideas, las tan mentadas “ideas de la libertad”. Milei se ocupa con intensidad de agraviar públicamente a gobiernos nacionales contrarios a su postura ideológica y emocional. No se ocupa de practicar una diplomacia basada en conversaciones y negociaciones, que priorice el interés nacional y regional en vez de privilegiar intereses transnacionales que poco o nada tienen que ver con los nuestros.
Un conflicto diplomático innecesario se desató con sus discursos sobre el primer mandatario de España Pedro Sánchez y contra su pareja, la primera dama. A su par lo trató de ser uno de los responsables del socialismo global y de estar dejando en ruinas a su país. A la primera dama, de corrupción. La diplomacia política exterior del gobierno argentino hace lo contrario de una diplomacia política exterior clásica que dice más y muestra menos. La diplomacia argentina con el gobierno de Milei muestra más y dice menos. Una diplomacia rupturista, como decíamos, que genera conflictos innecesarios, que en el caso de la relación bilateral Argentina – España redundó en una escalada de contestaciones por parte del Jefe de Estado de cada país y de los Cancilleres de cada uno.
No es necesario hacer uso de la fuerza si se puede dialogar. No es necesaria la guerra si se hace política. La diplomacia como un modo de evitar un conflicto bélico. ¿No se usa la diplomacia para avivar un conflicto hasta que este derive en guerra? ¿No se usa la diplomacia para bajar la intensidad de una disputa? ¿No se la usa para solucionar conflictos? Preguntas que allanan el camino a una reflexión sobre cómo viene actuando la diplomacia argentina en menos de seis meses de gobierno de Milei en el campo de la política internacional en curso. Los exabruptos mencionados por el presidente y la ministra de relaciones exteriores constituyen gestos políticos contra gobiernos nacionales por el sesgo ideológico de estos exacerbado por el del gobierno argentino que se cierra en este aspecto desatendiendo otros. Este sesgo es el carácter más fuerte de la política real del gobierno. Se puede creer que la política real está desprovista de ideología, sin embargo, está atravesada por esta. Así con su diplomacia teñida de un tinte ideológico de mote liberal que a gobiernos, Estados y Primeros Mandatarios que no coincidan con ello es acusada de comunista o marxista, o estatista.
Una diplomacia errática que tira para no aflojar y afloja para que no se corte. ¿Que tira para no aflojar y afloja para que no se corte? Como toda diplomacia. ¿Cómo toda diplomacia? Una diplomacia como la Argentina en lo que va del gobierno de Milei lleva al extremo lo que no se debe hacer, pero lo hace. Aquí no interesa lo que debe hacer su diplomacia, sino lo que hace, es decir, lo que es. Si recurrimos a una ucronía diríamos que nada de lo ocurrido hubiera ocurrido si el presidente y la canciller no acusaban o emitían juicios de valor ideológico a algunos de sus pares. Una ucronía que se volatiliza cual humo en el aire y así persiste en su existencia.
La diplomacia exterior argentina también es selectiva: a algunos jefes de estado se los destrata y a otros se los bien trata, por ejemplo, al primer mandatario de El Salvador y a personajes internacionales devenidos en ceos o dueños de grandes corporaciones como el director ejecutivo de Tesla o el dueño de Facebook, o el CEO de Google, o al anterior Presidente de Estados Unidos, o al líder político de Vox de España.
Pensando más allá de las coyunturas, nos seguimos manejando con categorías como son las de izquierda y derecha, tienen alrededor de trescientos años, desde sus inicios a la fecha han pasado etapas de cambio y cambios de etapas, y estas cualidades (aún) permanecen. ¿Cómo pensar con otras categorías, distintas a estas, que sirvan de atributos a prácticas políticas que ya no se ajustan por sus posicionamientos a izquierda o derecha? Si relacionamos esto con la diplomacia de política exterior del gobierno argentino de turno, ¿Cómo pensarla sin esas categorías? ¿Se trata de una diplomacia conservadora o reaccionaria? Estas categorías suenan similares a la de derecha. Y la diplomacia del gobierno anterior, ¿es una de centro izquierda o progresista? Dos categorías estas también usadas por una época que está mutando en otra. El cambio de época no es una frase vacía. Quizá toda época va con un cambio a cuestas, un camino por momentos lineal, por otros con curvas, contracurvas, algunos tramos sinuosos con fisuras, roturas. Las categorías políticas que se les asignan a una época son convenciones basadas un tanto en el consenso, otro tanto en la coerción. Guerra y paz la co-constituyen. Una época no tiene una fecha de vencimiento como la tiene un producto que vemos o compramos en un supermercado. Su fecha de vencimiento es asignada en la próxima época y no hay un consenso único ni último sobre su fecha de vencimiento, ni siquiera hay una única y última fecha.
En lo que va del gobierno argentino, a poco menos de cumplirse seis meses de su administración, en lo que atañe a su diplomacia exterior/internacional, esta comporta un cambio drástico en su puesta en práctica. Selectiva en su trato para con sus interlocutores. A quienes identifica como sus oponentes, primero los agrede y después va por el diálogo y la negociación. Para con quienes considera amigos les propina un buen trato con elogios y halagos que no parecen los de una diplomacia que tenga por cualidades la moderación y sutileza.
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